domingo, 7 de marzo de 2010

DESLUCIDO ANIVERSARIO

Por: jorge.valdivia@milenio.com
Foto: Salvador Alcalá

Aunque durante cientos de sus miles de años de existencia La Primavera ha servido como un factor de apoyo ecológico y equilibrio climático para la capital de Jalisco y sus vecinos conurbados, el bosque ha sido olímpicamente olvidado por casi todos aquellos que se benefician de sus servicios ambientales.

Entre otras prestaciones, La Primavera surte de aire limpio y agua a la zona conurbada de Guadalajara, además de que sirve como un lugar de recreación para sus habitantes y como reserva ecológica de la flora y fauna de la zona, así como regulador de la temperatura de la ciudad, reduciendo en al menos dos grados el calor que se siente en la urbe.

Pese a ello, las administraciones estatal y municipales le destinan, cuando lo hacen, una miseria de sus presupuestos. De hecho, apenas en 1997 hubo una partida oficial del gobierno de Jalisco para esta demarcación (50 mil pesos), que a partir del 6 de marzo de 1980 fue declarada como área protegida por el gobierno federal y que desde 1995 está bajo el cuidado del Ejecutivo local. El colmo fue este año, para el que la Administración de Emilio González Márquez le tenía destinados cero pesos y los gobiernos de Guadalajara y Zapopan, igual.

Cuando mejor le ha ido, La Primavera ha contado con un presupuesto conjunto de poco más de nueve millones de pesos (2007 y 2008), algo así como dos pesos por cada habitante de la zona conurbada, dinero apenas suficiente para pagar los salarios de la gente que lo cuida y una bicoca si se compara con los presupuestos que manejan el gobierno estatal (61 mil millones de pesos este año) y los municipios conurbados (más de diez mil millones de pesos en 2010).

Me queda claro que, en este menosprecio del bosque, mucho han tenido que ver quienes lo han tenido a su cargo, pues poco han hecho para hacer conscientes a sus beneficiarios de la importancia de La Primavera y para involucrar a otros, como los medios y los gobiernos, en el intento; a ello se suman la indolencia o ignorancia de las autoridades, que no han sabido aquilatar en su real valor a esta área natural, y el contubernio de todos los que habitamos en la zona, que se lo hemos permitido.

Sin embargo, no quiero concluir este texto en un tono pesimista, pues, pese a todo, La Primavera sigue existiendo y, por ello, una sincera felicitación a los que lo han hecho posible, esfuerzo al que espero que nos sumemos todos por el bien de nosotros mismos.

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