martes, 8 de marzo de 2011

La Primavera inmersa en procesos de extinción

Un puma se aferra a habitar la floresta y ofrece esperanza, pero se han ampliado las carreteras que rodean el bosque y crecido las urbanizaciones, lo que merma los corredores biológicos necesarios para la vida en el lugar que es privilegio para una ciudad. A 31 años del decreto presidencial que creó el área natural protegida, las presiones y amenazas aumentan. La foto superior es del pasado 19 de febrero de 2011

Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO

Esbozos de una historia natural para La Primavera: un Puma concolor macho persiste ya por dos años en usar este bosque como su hogar, lo que dice a los atribulados biólogos de una de las reservas naturales más presionadas por el hombre en México, que el milagro de la conservación es posible; pero no se puede ignorar un dato contrario: varias especies de ratones nativos tienen en retroceso sus poblaciones, posible efecto de los incendios forestales, una “anomalía” que trocó a “normalidad” en las últimas décadas.

Hay más señales inquietantes: las liebres aún se asoman entre los pastizales de El Bajío, al oriente del bosque, como últimas supervivientes de una urbanización acelerada, al tiempo que las codornices sufren por la falta de espacios para anidar en ese suelo —el pavimento no funciona igual—.Y no se olvide el caso de un halcón Cooper que murió hace dos meses tras estrellarse contra un edificio de ese llano luego de un increíble viaje de más de 2,160 kilómetros desde las montañas de Nevada, en Estados Unidos.

Por si faltaran personajes a este relato, hacia el lindero sur, un coyote, un tlacuache y un zorrillo yacían ayer atropellados en la nueva carretera estatal de cuatro carriles conocida como Circuito Sur, cerca de San Isidro Mazatepec, justo en el principal corredor de especies que le queda al área de protección de flora y fauna —que la liga con las sierras de Quila y del Águila, y el volcán de Tequila—. Otro halcón, de la especie Swansonii, se recupera tras intoxicarse por ingerir una langosta muerta por insecticidas de los valles agrícolas de Tlajomulco y Zapopan, mientras las palomas sabaneras, oriundas de África, empiezan a colonizar exitosamente el lindero norte —lleno de fraccionamientos “campestres” — y a competir ventajosamente con las aves locales.

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