Casi 20 años sin crear nuevas áreas verdes en la Perla Tapatía. No hay prioridad en políticas ambientales en la segunda área metropolitana del país.
Guadalajara. Agustín del Castillo. PÚBLICO-MILENIO. Edición del 1 de enero de 2011
La zona conurbada de Guadalajara, segunda ciudad del país, se extiende sobre 63 mil hectáreas y alberga casi 4.5 millones de habitantes, con 1.7 millones de automóviles que emiten al año 1.2 millones de toneladas de bióxido de carbono equivalente a su atmósfera. Para afrontarlo, además de pésimos sistemas viales, cuenta con sólo mil hectáreas de parques y jardines públicos (incluidos los camellones): las últimas grandes áreas verdes que se crearon, los parques De la Solidaridad y Metropolitano, datan de 1992.
No es en balde que en el marco de la Cumbre Climática Mundial de Alcaldes (que se efectuó en el Distrito Federal el pasado mes de noviembre) se dieran a conocer los resultados del estudio realizado por The Economist Intelligence Unit, en conjunto con la empresa alemana Siemens, en el que fueron evaluadas 17 ciudades latinoamericanas en sustentabilidad medioambiental; según los resultados, Guadalajara ocupa el último lugar en la materia, junto con Lima, Perú.
Desde 1980, año en que protegió el bosque La Primavera, los planificadores de la metrópoli buscaron contar con un área natural que amortiguara los efectos negativos de un crecimiento regido por valores casi exclusivamente económicos e inmobiliarios. Pero hasta hoy no ha podido establecer un sistema de compensaciones que dé certidumbre a la conservación de esta floresta, la cual es asediada por dinámicas inmobiliarias que ya han ocupado la mayor parte de los valles vecinos.
Con apenas siete millones de pesos de presupuesto oficial, y otros cinco millones de ingresos por programas y proyectos, es claro el desfase entre el dinero recibido y el valor de los servicios que provee a la zona conurbada de Guadalajara y a las áreas rurales vecinas.
Tan sólo en el tema agua, los 240 millones de metros cúbicos anuales que allí se recargan de las lluvias, sirven a tres cuencas distintas (Ameca, Colomos-Atemajac, El Ahogado) y se cobrarían a 1,200 millones de pesos tomando como base las tarifas del Sistema Intermunicipal de Agua Potable y Alcantarillado (cinco pesos como promedio por cada mil litros), o 120 millones si fueran las tarifas por conducción y bombeo en una zona de riego similar a la del valle Autlán-El Grullo (50 centavos por m3).
Otro servicio de primer orden es la recarga de millones de toneladas de carbono en sus árboles (se estima que hay más de 100 millones de individuos), que no se ha cuantificado, así como la regulación climática: se dice que sin La Primavera, la temperatura media anual de Guadalajara sería dos grados más alta.
El bosque preserva especies valiosas para la vida humana como parte de la cadena alimenticia, control de plagas y medicinas; la posibilidad de un amplio espacio de recreación para decenas de miles de tapatíos (que al minimizar su estrés, previenen las enfermedades cardiovasculares), lo que a su vez deriva en menos servicios hospitalarios y menor ausentismo laboral; y la prevención de desastres (en la sierra se contiene agua y se retiene suelo que en la cuenca baja multiplicaría daños a las comunidades humanas y dañaría a la agricultura).
Si se compara con el final de 2009, en que no se le asignó presupuesto para operar el año siguiente, el área natural protegida hoy se encuentra mucho mejor, pues el gobierno del estado ya se comprometió con al menos siete millones de pesos que servirán para asegurar los salarios del personal, y existe la firme promesa de que el Ayuntamiento de Zapopan le entregará alrededor de ocho millones de pesos. Pero el rezago continúa.
Si se considera el ejercicio más reciente que se hizo para estimar los costos de sostener la floresta de poco menos de 30 mil hectáreas, esos quince millones de pesos cubren menos de 75 por ciento de las necesidades básicas.
Sin embargo, durante los primeros 17 años del decreto del bosque no hubo ningún recurso federal, estatal o municipal. Los incendios eran atendidos por las brigadas existentes para todo el estado y un puñado de voluntarios locales, mal pertrechados. Los dineros comenzaron a fluir a partir de 1997, cuando se creó la dirección ejecutiva y el raquítico fideicomiso. No hubo tiempos mejores.
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El panorama
1.7 millones de automóviles. Circulan en la zona metropolitana de Guadalajara, que generan
1.2 millones de toneladas de bióxido de carbono a la atmósfera
1980. Año en que se comenzó a proteger al bosque La Primavera
1992. Año en que se crearon los dos parques más recientes: De la Solidaridad y Metropolitano
17. Lugar que ocupa Guadalajara (el último) de una evaluación en sustentabilidad medioambiental, realizada por The Economist Intelligence Unit, en conjunto con la empresa alemana Siemens